En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido
a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar
plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de
cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno
sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los
hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien
los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo
aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en
el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No
matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que
esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano
"imbécil" tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama
"renegado" merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner
tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano
tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete
primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu
ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida,
mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el
juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de
allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento
"no cometerás adulterio." Pues yo os digo: El que mira a una mujer
casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu
ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un
miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace
caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a
parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su
mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie
de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el
que se case con la divorciada comete adulterio. Habéis oído que se dijo a
los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor."
Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el
trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por
Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues
no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir
"sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.»
Jesús, que nos llama a ser misericordiosos con las debilidades de los
demás, conoce también las nuestras y las tiene en cuenta. No es un
rabino que comenta leyes, sustituye unas por otras, las atenúa o las
endurece; es un maestro que nos muestra un nuevo modo de vida que
inaugura él y él mismo se convierte en ley para sus discípulos. Cumplir
la ley entera, hasta la última tilde, significa seguir a Jesús y adoptar
su estilo de vida. Él es quien cumple la ley hasta el final,
radicalmente, al dar su propia vida en la cruz.
Por ello, la nueva ley del Evangelio resume todos los preceptos (en todas sus direcciones: en relación con propios y extraños, en relación con la propiedad, etc.) en el mandamiento del amor. Y este mandamiento sólo puede ser asumido desde la libertad, a la que apela con tanta claridad la primera lectura. En ella vemos hasta qué punto la antigua ley estaba realmente orientada a la plenitud del Evangelio. Porque los preceptos meramente legales se pueden cumplir de una manera exterior, por coacción y sin convicción (con una libertad disminuida), pero amar sólo es posible desde la libertad. No es posible amar “a la fuerza” y de modo puramente externo. Sólo se puede amar de corazón. Y esa fuerza del amor es un don que precisamente encontramos y recibimos en Cristo, que nos ha amado y se ha entregado por nosotros hasta el extremo. No se nos pide aquí nada que no hayamos recibido antes. Y esta es la sabiduría de la que habla Pablo, inaccesible a la mera razón humana, pero que ha sido revelada plenamente en Jesucristo. Es la sabiduría de la cruz, la sabiduría de un amor que se entrega del todo y que, así, “cumple” (llena, perfecciona) la ley entera.